"Y ELLA RENACE"



   Ella murió. Exhaló entre sus brazos.
Saboreando el dulce amargor de su boca bañada en salvia y miel. Murió en el color de su sexo, ¡vivo color carmesí!; en su respiración entrecortada, y en su exhalante y clamoroso "¡sí!".

Ella se hundió, fundiéndose en el calor de su cuerpo, fuerte y apasionado; en un abrazo rumbo al Infinito... de las sensaciones y el placer... Así, ella falleció.


Ella vivió en la fría luz de su mirada, reflejo de aquél ser celestial. Vivió en la proximidad de su cuerpo, junto al tambor de su corazón. En la fortaleza de su presencia, y en el calor de su piel. En la dulzura de sus palabras; y en el misterio de su por qué.


Y ella anheló su presencia, sus razones y su amarga dulzura. Estar a su lado, caminar por el mismo sendero. Fundirse en él... Ella anheló su ser, su magia, que la extasiaba como efecto de una droga. Y ella necesitó... de su ser; de su corazón.


Su puzzle estaba incompleto. Sintió la necesidad de dar, de ser madre, esposa, esclava... todo basta tenerle a él, capturar la savia de su vida. Y poder respirar...


Él era sólo suyo, en el fondo de su corazón, era la pieza que encajaba.



¡Y ella grita!, ¡grita su nombre al viento! Y luego se abraza, imaginando que son sus brazos... que es su piel... que todo su espíritu se adueña de ella; y no le importa nada más. Le había conocido, le había odiado; y ahora sabe que le ama y que siempre formará parte de su ser.


Y ella renace en el recuerdo de su presencia, en la derrota de su desamor; en la necesidad de su calor, de su aroma... Y siente un frío que transforma en calor, un calor triste; que habitará en su alma en memoria de su ausencia. Y la dulzura... que, a pesar de todo, le proporciona su dramático desamor.


Y ella se siente viva de nuevo, ¡tras tanto tiempo...!


En el dolor y la tristeza: ella revive.


Y ella renace...