Cuando la castaña madura el pensamiento florece,
al igual que el árbol del castaño,
nuestro cerebro se renueva en pensamientos.
El otoño, época de ojas caídas y cambios;
ofrece a la creatividad el aliciente necesario
para respirar el fresco aire del atardecer,
e inspirarse con su aroma.
La oja caída, que viene y va,
sin rumbo ni propósito,
planea libremente a merced de los vientos.
Confiada en que siempre caerá...
disfruta de ese devaneo cual amante entregada;
deleitándose en el simple placer de lo impredecible.
Dejándose acariciar y poseer por los vientos
del norte, del sur, del este, del oeste...
Coqueta, contempla cómo batallan entre ellos por acunar su frágil cuerpo
y llevarlo a su destino.
Un destino, aún así, impredecible;
¡a merced de otro viento caprichoso!
Y ella lo sabe, y disfruta;
consciente de que la vida de una oja caída
es efímera.
Por eso el otoño es época de tristeza y reflexión.
Una reflexión sana que nos hace contemplar la fragilidad de nuestra vida,
al igual que observamos el coqueto devenir del follaje;
que, tranquilo y complaciente,
se deja llevar a merced del viento.
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