SUICIDIO Y DEPRESIÓN


  ¿Depresión y tristeza profunda es lo mismo?, ¿en qué momento empieza lo uno y termina lo otro...?, me hago esta pregunta mientras me reprocho por qué me la hago, sintiéndome algo miserable por este planteamiento psiquiatrizado hoy, día en que me he enterado del suicidio de un conocido por motivos desconocidos, lo único que se sabía es que estaba deprimido; ¿y qué es eso en realidad...? Esa persona ya no existe y tuvo que pensar en algo o haber un motivo/s de peso para llegar a ese extremo, pero nadie de los que yo he hablado lo sabe con exactitud; solo que empezó a estar deprimido, a callar lo que le ocurría (nadie lo hace si no se siente incomprendido)... hasta que no pudo más. Y esa es la realidad y no otra, por mucho que se conozca sobre esta enfermedad y los procesos mentales que la provocan; porque, aunque tenga una base fisiológica, seguimos teniendo pensamiento al igual que un corazón con un bypass sigue "sintiendo" (válgase la cursilada). Asociar la tristeza profunda con una enfermedad simplifica y legitima dicho padecer, pero también lo deshumaniza y es un modo de desvincularlo de la sociedad y responsabilizar solo a los médicos y al "enfermo". Y es que no podemos hacer nada por curar el cáncer, ni podemos convertirnos en pastillas para paliar la tos; ¿pero no podemos hacer nada por mitigar el dolor de un deprimido...? La depresión tiene motivos que podemos comprender o no, pero que allí están, no son fisiológicos, no son un conjunto de células encerradas en una probeta; en todo caso el proceso por el que llegamos a él, no las ideas en sí. El médico puede ayudar, pero no es uno de los agentes que la ha provocado, no es la única solución, dejando a parte que la ayuda del psicólogo o psiquiatra, (y suponiendo que sea de ayuda), es modificar el modo de pensar del deprimido para que se adapte a una realidad más conveniente; es decir, es el deprimido el que tiene que hacer el enorme esfuerzo que supone eso, (si lo es estando medianamente "sano" ni lo quiero imaginar "enfermo"), con depresión incluida. 

Y por supuesto no lo digo como crítica hacia nadie, (en todo caso a mí misma por haberme planteado dudas sobre palabrerías psiquiátricas ante un echo tan terrible), ni eximo al deprimido de responsabilizarse de su vida, (si es que ese término es el correcto), sino como modo de análisis de una realidad que existe, y que se podría mejorar. Vivimos en un sistema donde importa más las razones y motivos del padecimiento que el dolor en sí, incluso puede para algun@s estas palabras suenen a discurso ramplón de colegio de monjas, acostumbrados como estamos a necesitar razonamientos  enrevesados y pomposos para justificar y comprender nuestro padecimiento y el de otros. Sin darnos cuentas de que la búsqueda de esos motivos "de peso" que justifiquen un acto tan duro como el suicidio es, en sí misma, una aberración; ya no solo porque es un modo de hacer crítica de un acto cuya crudeza solo debiera sobrecogernos, si no porque raya lo absurdo. Puesto que a nadie le afecta del mismo modo un mismo hecho, una misma realidad, (si es que existen realidades idénticas en personas distintas), existen demasiados factores subjetivos que de sobra conocemos, (la personalidad, la educación, ideas, las vivencias anteriores, el entorno...).



¿Falta de humanidad...?, es estúpido pensar que una sociedad es mala o inhumana, ¡por supuesto que no!, y existen personas con un alto grado de compromiso social, sobre las que me inspiro yo para escribir estas letras y sobre las que haré el esfuerzo de inspirarme más a partir de ahora. Y tampoco son necesariamente malvados los que mantienen posturas del tipo "los suicidas son personas cobardes", ni ideas como las que he leído en algún periódico serio sobre el efecto rebote de publicar noticias sobre la tasa de suicidios en España, (primera muerte externa del país), por aquello de que se ponga de moda o algo así, (sin lugar a dudas este tipo de personas lo que necesitan es un buen revisionado de cabeza, ¿cómo se puede comparar un acto tan duro con una moda...?). Lo que falla es la filosofía y cómo se interpreta; hoy en día aún estamos muy influenciados por Nietzsche, un personaje de ideas sobresalientes y un pensador que abrió las puertas a grandes inventos y propuestas en la Era Contemporánea y en la actualidad (leer "El ABC de la felicidad"), pero que si se interpreta de un modo tajante y demasiado entusiasta puede dar lugar a grandes aberraciones, como los pensamientos supremacistas. Un superhombre debiera ser alguien que, además de confiar en sus medios, también confiara en los demás; no en el sentido de dar las llaves de casa a un desconocido porque todos somos muy buenos, si no en creer que los otros tienen su propio modo de interpretar la realidad y de asimilarla; sin sentir nuestro mundo amenazado ante la posibilidad de que lo que le ha ocurrido a otra persona que, en apariencia, tenía lo mismo que yo o de lo que yo podría tener, tenga que sucederme a mí si me pongo en su piel.

Las desgracias existen y nadie está exento de ellas por mucho que nos amemos o por muchas teorías mentales que tengamos en la cabeza, y esto no debería desalentarnos sino motivarnos a apreciar más lo que tenemos los que no estamos en esa tesitura, en parte, por suerte. Porque al igual que la vida nos puede llevar a planteamientos como ése, también nos puede regalar grandes alegrías y hacernos sentir pletóricos de emoción. Solo nos queda agradecer y mirar más allá de nuestros miedos y tal vez con eso hagamos que, en parte, el destino vire a nuestro favor, y podamos ver las desgracias de otros de un modo más objetivo, sin que nos afecten de un modo amenazador. Para que, de poner en duda nuestra ideología, no pongan en duda nuestra personalidad.