PARODIA BUENISMO






LA FALACIA DEL PENSAMIENTO POSITIVO

 
  A continuación os dejo un artículo del periódico EL PAÍS sobre este tema, me congratula tanto encontrar este tipo de escritos... estoy completamente de acuerdo con todo lo que dicen, tanto en el artículo que corto y pego como con los otros links que dejo más abajo. Por supuesto que debemos ser todo lo positivos que podamos, que el optimismo es el motor de la vida cura heridas y hasta puede fortalecer las defensas, (que no curar el cáncer o librarnos de caer enfermos), pero lo que aquí se expone como "pensamiento positivo", que por desgracia está bastante arraigado en nuestra sociedad, se refiere a dar por echo que las desgracias nos suceden porque no somos positivos; es decir, que las personas que están pasando por una mala temporada, (pérdida de empleo, pobreza, un divorcio...), son responsables de su tristeza y sus problemas. Es un tipo de pensamiento que, dejando de lado las intenciones (que pueden ser las mejores), nos conducen a juzgar a las personas que sienten tristeza, (o que pasan de negar su estado de ánimo), y a vivir una realidad ficticia y vacía, donde la alegría se limita a un papel social para que no nos juzguen de "negativos" y poco interesantes; una filosofía que mata la diversidad, las neuronas y  la personalidad. De todos los pensamientos y sentimientos se puede sacar una lectura positiva, aunque sean tristes; pero el pensamiento positivo solo tiene en cuenta el de los "felices", (o que se sienten felices por seguir a rajatabla estas cavilaciones que impiden liberarnos de nuestras tensiones),  independientemente de cuáles sean; ¿se imaginan lo interesante que puede llegar a ser el pensamiento de un racista happy...? Es un campo de cultivo fantástico para sembrar las bases para teorías supremacistas y todo tipo de injusticias; que nos harán más desgraciados cuando nos encontremos con problemas reales, de los que no se solucionan con cuatro palabrejas tontas del tipo "solo fluye con tu vida" "toma aire y respira" "solo mírate al espejo y repite: ¡soy espectacular!"; y que, para colmo, exculpa a la gente mala, o aquella que opinan que los "débiles" (o los que se encuentran en esa posición) son aprovechables, ya que, con semejante teoría, su situación es algo que se han buscado por no sentirse happy.

Por aquí lo dejo:



https://elpais.com/ccaa/2016/02/29/catalunya/1456761501_622793.html

https://psicopedia.org/wp-content/uploads/2016/02/Falacias_de_la_psicologia_positiva.pdf

http://rasgolatente.es/falsedades-pensamiento-positivo/

https://www.lavanguardia.com/magazine/20111216/54240220616/barbara-ehrenreich-escritora-periodista-sonrie-o-muere.html


Optimismo a cualquier precio

El principal peligro de la ideología de la felicidad es que olvida el impacto de las condiciones estructurales sobre el bienestar o malestar de la vida



Ser optimista es casi una obligación para la ciudadanía occidental del siglo XXI. Expectativa de éxito, pensamiento positivo y búsqueda a ultranza de la felicidad son algunos de los elementos que conforman un nuevo paradigma psicosocial que se está instalando entre nosotros. Su raíz no es autóctona, se trata probablemente de la más reciente manifestación de la colonización cultural norteamericana.
Cotidianamente nos llegan reclamos para asistir a cursos o conferencias sobre cómo lograr la felicidad, se nos insta a rechazar sentimientos como la tristeza, el desánimo o la duda y centrarnos en el llamado pensamiento positivo e incluso, en el colmo de la audacia, se llega a afirmar que el sufrimiento es una elección personal. Para alcanzar el bienestar, acuden en nuestra ayuda un alud de gurús de quienes no siempre conocemos los antecedentes científicos y académicos, una legión de libros de autoayuda que en diez pasos nos conducirán al Edén o al enriquecimiento económico e incluso, recientemente, aparece un nuevo puesto de trabajo en las organizaciones: responsable de la felicidad en la empresa.
La periodista Bárbara Ehrenreich denunció hace ya unos años las consecuencias negativas del hecho de hacer a las personas responsables únicas de sentirse bien, además de mostrar los enormes beneficios económicos que la nueva industria de la felicidad otorgaba a sus promotores. Posteriormente, rigurosos estudios desde la Psicología han mostrado que el optimismo, o tendencia a pensar que el futuro será positivo, tiene tanta racionalidad (o irracionalidad) como el pesimismo, y no siempre tiene un valor adaptativo y protector del bienestar, sino que, en ocasiones, puede provocar desajustes en la percepción de la realidad que conllevan consecuencias negativas. José César Perales ha sido uno de los científicos que ha descrito algunos de los peligros que pueden acechar al optimista, como “la ilusión de control” o la llamada “falacia de la planificación” al sobrevalorar sus posibilidades de éxito.
Sin embargo, el principal peligro de la ideología de la felicidad es el olvido clamoroso que supone de las condiciones socioeconómicas de la sociedad, de carácter estructural, y del impacto que tienen sobre el bienestar, o malestar, de las vidas humanas. La premisa del “si quieres, puedes”, tan atractiva a nuestros oídos, conduce a pensar que, si alguien no ha podido, es porque no se ha esforzado lo suficiente. En el mismo sentido, el mandato de no rendirse jamás puede ser una trampa que hipoteque el futuro de muchas personas. De este modo, las víctimas de una sociedad desigual e injusta son doblemente victimizadas y culpadas, además, de su propio sufrimiento. Una muestra de ello es la propuesta del gobierno británico de ofrecer terapia cognitiva a las personas en paro como forma de afrontar el desempleo, lo que ha provocado una fuerte polémica.
En un país como el nuestro con una tasa de paro del 20%, casi una tercera parte de familias en riesgo de pobreza, con desigualdades crecientes en educación, salud y servicios de todo tipo, ¿cómo puede atreverse alguien a afirmar que el sufrimiento se elige? Hace décadas que conocemos los estragos del paro y la precariedad en las vidas de las personas y, por supuesto, en su estado de ánimo: los análisis longitudinales realizados a personas que han perdido su puesto de trabajo en diversos países europeos han mostrado elevados niveles de ansiedad, trastornos del sueño, depresión, mayor posibilidad de adicciones, desmotivación y, sobre todo, una profunda desesperanza.
La tendencia a considerar que todo se basa en la libre elección tiene, por otra parte, otras consecuencias que también conocemos: la dejación de las administraciones en sus responsabilidades sociales y la disminución de políticas públicas que corrijan las desigualdades socioeconómicas que cada vez son mayores. Por otra parte, desincentiva la solidaridad y los movimientos colectivos y cooperativos al ser la persona y su trabajo interior la principal fórmula para alcanzar el éxito.
La filósofa ilustrada Mary Wallstonecraft decía, refiriéndose a las mujeres, que en ocasiones parecían más interesadas en sacar brillo a sus cadenas que en liberarse de ellas. Este pensamiento podría extenderse a nuestra sociedad cuando acepta de forma mayoritariamente acrítica modelos que no van a tratar de cambiar las condiciones estructurales de desigualdad sino, en todo caso, a perpetuarlas. Sabemos que la confusión intelectual interesada es el terreno donde mejor se abona la pasividad y la discriminación; tal vez valga la pena estar alerta.




"NO ERES LO QUE TIENES ERES LO QUE DAS"



  ¡Qué frase tan grande! ¡cuánta sabiduría encierra!; y cuánta dificultad... Porque, si no lo relacionamos con la entrega desinteresada de un amante a otro, (entendido por amante aquí a todo tipo de amores, entre padres e hijos, amigos etc), si la aplicamos como filosofía de vida más allá de  los buenos momentos; es realmente trabajosa... pero también compensatoria, si no se desvirtúa el concepto. Y es que, ¿qué es realmente dar?, ¿ayudar a un minusválido?, ¿cooperar en labores comunitarias?; son solo formas de dar que, además, suelen exigir un alto grado de bondad, (real o autoinducida), o estar tan pletórico de tu vida que necesitas dar amor a diestro y siniestro; no sirven como filosofía general en la que cualquiera se puede reflejar. Dar es más que eso y, al mismo tiempo, nos puede conducir a ese estado idílico de generosidad.  Es la única mentalidad que te sitúa en el presente y te proyecta en el futuro, la que te acerca a tus metas y la que siempre te incluye de forma activa en el mundo. Puesto que aquella que se guía por el "tener" se estanca en el presente, en lo pasivo y arrebatable: tengo una casita en el Caribe, muchos amigos y un perro; ¿y si se produce un tsunami que lo arrasa todo?, ¿qué tienes...?; y la que se guía por la espera, en un futuro pasivo que depende de la aprobación de los demás. Claro está que absolutamente nadie, (al menos terrenal), puede vivir siempre en el "dar" sin el "tener" o el "esperar",  a no ser que esté drogado o sea carne de una secta happy flower; pero sí es posible como creencia principal, y además cuando das también recibes (y por consiguiente tienes), y no por aquella idealización infantiloide (aunque tan bonita...) de que recibes lo que das; si no por el significado de la acción en sí.

Cuando crees que de forma natural das, también crees que los demás lo hacen, independientemente de que te guste lo que te ofrecen, por lo que es más sencillo saber a quién quieres a tu lado y quién es prescindible; por ejemplo, si conoces a un hombre/mujer que encaja en tu prototipo, (en lo que deberías "tener"), pero a ti no te da lo que crees que puede ofrecer, entonces te importará menos y perderá tu interés, y del mismo modo ocurre en la versión contraria; cuando conoces a alguien que en principio no encaja con tu esquema mental pero te aporta cosas que te hacen considerarle de otro modo. Y por supuesto eso no quita que tengas momentos apáticos, donde lo que menos deseas es darte al mundo, (como ya dije solo con speed u otras sustancias se consigue el efecto imperecedero), pero si vives en la filosofía del "dar" te sentirás menos paria, puesto que no te centrarás en lo que no tienes, ("tener"), ni te perpetuarás en la queja eterna a la espera de salvación, ("esperar"): más bien serás alguien que decide tomarse un retiro espiritual (jeje). Y, si eres avispado, te darás cuenta de que sigues dando: enseñas a los que te rodean que hay que ser fiel a uno mismo y no ir contra tu naturaleza, informas (de forma indirecta) que lo que actualmente tienes no te motiva lo suficiente, das la oportunidad de que hagan otros planes... Lo más complicado en todo esto a mi modo de ver es saber qué deseas dar, (tampoco iba a ser todo una ganga jaja), qué puedes dar, para qué y a quién/es; pero, al ser un ser que de forma natural aporta valor al mundo... ¡ya darás con la solución! (jejeje). Porque dar a los demás significa que antes tienes que darte a ti mismo, va implícito en el proceso mental; y aunque no es bonito decirlo, es la parte del pastel que más debemos valorar.




SUICIDIO Y DEPRESIÓN


  ¿Depresión y tristeza profunda es lo mismo?, ¿en qué momento empieza lo uno y termina lo otro...?, me hago esta pregunta mientras me reprocho por qué me la hago, sintiéndome algo miserable por este planteamiento psiquiatrizado hoy, día en que me he enterado del suicidio de un conocido por motivos desconocidos, lo único que se sabía es que estaba deprimido; ¿y qué es eso en realidad...? Esa persona ya no existe y tuvo que pensar en algo o haber un motivo/s de peso para llegar a ese extremo, pero nadie de los que yo he hablado lo sabe con exactitud; solo que empezó a estar deprimido, a callar lo que le ocurría (nadie lo hace si no se siente incomprendido)... hasta que no pudo más. Y esa es la realidad y no otra, por mucho que se conozca sobre esta enfermedad y los procesos mentales que la provocan; porque, aunque tenga una base fisiológica, seguimos teniendo pensamiento al igual que un corazón con un bypass sigue "sintiendo" (válgase la cursilada). Asociar la tristeza profunda con una enfermedad simplifica y legitima dicho padecer, pero también lo deshumaniza y es un modo de desvincularlo de la sociedad y responsabilizar solo a los médicos y al "enfermo". Y es que no podemos hacer nada por curar el cáncer, ni podemos convertirnos en pastillas para paliar la tos; ¿pero no podemos hacer nada por mitigar el dolor de un deprimido...? La depresión tiene motivos que podemos comprender o no, pero que allí están, no son fisiológicos, no son un conjunto de células encerradas en una probeta; en todo caso el proceso por el que llegamos a él, no las ideas en sí. El médico puede ayudar, pero no es uno de los agentes que la ha provocado, no es la única solución, dejando a parte que la ayuda del psicólogo o psiquiatra, (y suponiendo que sea de ayuda), es modificar el modo de pensar del deprimido para que se adapte a una realidad más conveniente; es decir, es el deprimido el que tiene que hacer el enorme esfuerzo que supone eso, (si lo es estando medianamente "sano" ni lo quiero imaginar "enfermo"), con depresión incluida. 

Y por supuesto no lo digo como crítica hacia nadie, (en todo caso a mí misma por haberme planteado dudas sobre palabrerías psiquiátricas ante un echo tan terrible), ni eximo al deprimido de responsabilizarse de su vida, (si es que ese término es el correcto), sino como modo de análisis de una realidad que existe, y que se podría mejorar. Vivimos en un sistema donde importa más las razones y motivos del padecimiento que el dolor en sí, incluso puede para algun@s estas palabras suenen a discurso ramplón de colegio de monjas, acostumbrados como estamos a necesitar razonamientos  enrevesados y pomposos para justificar y comprender nuestro padecimiento y el de otros. Sin darnos cuentas de que la búsqueda de esos motivos "de peso" que justifiquen un acto tan duro como el suicidio es, en sí misma, una aberración; ya no solo porque es un modo de hacer crítica de un acto cuya crudeza solo debiera sobrecogernos, si no porque raya lo absurdo. Puesto que a nadie le afecta del mismo modo un mismo hecho, una misma realidad, (si es que existen realidades idénticas en personas distintas), existen demasiados factores subjetivos que de sobra conocemos, (la personalidad, la educación, ideas, las vivencias anteriores, el entorno...).



¿Falta de humanidad...?, es estúpido pensar que una sociedad es mala o inhumana, ¡por supuesto que no!, y existen personas con un alto grado de compromiso social, sobre las que me inspiro yo para escribir estas letras y sobre las que haré el esfuerzo de inspirarme más a partir de ahora. Y tampoco son necesariamente malvados los que mantienen posturas del tipo "los suicidas son personas cobardes", ni ideas como las que he leído en algún periódico serio sobre el efecto rebote de publicar noticias sobre la tasa de suicidios en España, (primera muerte externa del país), por aquello de que se ponga de moda o algo así, (sin lugar a dudas este tipo de personas lo que necesitan es un buen revisionado de cabeza, ¿cómo se puede comparar un acto tan duro con una moda...?). Lo que falla es la filosofía y cómo se interpreta; hoy en día aún estamos muy influenciados por Nietzsche, un personaje de ideas sobresalientes y un pensador que abrió las puertas a grandes inventos y propuestas en la Era Contemporánea y en la actualidad (leer "El ABC de la felicidad"), pero que si se interpreta de un modo tajante y demasiado entusiasta puede dar lugar a grandes aberraciones, como los pensamientos supremacistas. Un superhombre debiera ser alguien que, además de confiar en sus medios, también confiara en los demás; no en el sentido de dar las llaves de casa a un desconocido porque todos somos muy buenos, si no en creer que los otros tienen su propio modo de interpretar la realidad y de asimilarla; sin sentir nuestro mundo amenazado ante la posibilidad de que lo que le ha ocurrido a otra persona que, en apariencia, tenía lo mismo que yo o de lo que yo podría tener, tenga que sucederme a mí si me pongo en su piel.

Las desgracias existen y nadie está exento de ellas por mucho que nos amemos o por muchas teorías mentales que tengamos en la cabeza, y esto no debería desalentarnos sino motivarnos a apreciar más lo que tenemos los que no estamos en esa tesitura, en parte, por suerte. Porque al igual que la vida nos puede llevar a planteamientos como ése, también nos puede regalar grandes alegrías y hacernos sentir pletóricos de emoción. Solo nos queda agradecer y mirar más allá de nuestros miedos y tal vez con eso hagamos que, en parte, el destino vire a nuestro favor, y podamos ver las desgracias de otros de un modo más objetivo, sin que nos afecten de un modo amenazador. Para que, de poner en duda nuestra ideología, no pongan en duda nuestra personalidad.