"LA POSADA"


  Hay algo mágico y teatral en esta noche lluviosa, en este pueblo vacío, en esta plaza sin nombre. Tú y yo, sin paraguas, guareciéndonos de una lluvia que deseamos que perdure, (y nos empape), tomamos cola-cao en la más corriente informalidad. Una taza de leche, ¡la acogedora familiaridad de una merienda infantil!, protectora de lo que pueda suceder. Nos deseamos, lo sabemos; “lo ignoramos”. Dos almas tímidas que desean comerse a besos. ¡No!, ¡no son besos!; es algo más intenso… ¡El instinto animal que todo lo cubre!, que tiñe la fría noche de misterio... La villa de un fogoso silencio lleno de susurros, provenientes de una parte muy íntima, ¡irreconocible!, de nuestro cuerpo. De nuestra mente… 

¡La posada!, montañas de piedra que esconden un secreto incierto, un futuro temeroso, una posible historia. ¡Corremos!; empapándonos con esta lluvia dolorosa que nos invita al cobijo, a la reclusión de cuatro paredes blancas, inmaculadas. Una cama no muy grande una luz de neón, decoración monacal. Tú y yo.

¡Una rama golpea el cristal!, se escucha el traqueteo monótono de la caldera, el caminar sigiloso de la casera al otro extremo del corredor. Un gato deja la lar del fuego, y sale en busca de aventuras. El barman apaga las luces del café; ¡susurra su último silbido la cafetera...! Un coyote da caza a un conejo; en el linde de la aldea. Los abedules zozobrean; al compás de la tormenta...

En la copa de los árboles, sinuosa... la seda de una tela de araña se extiende. Se contrae...


Un sol abrasador descubre nuestros cuerpos desnudos. Exhaustos. Y no quiero hacerte el amor: quiero follarte.

 ¡Follarte...!

Toda la vida.