MENORCA: MIS RAÍCES



  No sé que tiene esta isla que siempre me emociona. Hay algo en ella ancestral, que me empuja a quererla, que me transmite paz y un sentimiento de protección fraternal, casi uterino; atendiendo a la lógica podría decirse que es debido a que allí pasé los veranos de mi niñez, que mi familia, en su totalidad, proviene de este rinconcito del mundo, en otras épocas bastante olvidado, ahora cada vez más turístico; siempre acogedor, pero al mismo tiempo muy de sus aldeanos: agreste y natural. En Menorca he pasado buenos momentos, pero también malos, diría que mi niñez en la isla fue muy normal, sin concesiones. Eran sobre todo momentos familiares: de tíos a veces molestos con los que solo convivíamos en verano, de comidas reunidos donde había silencios incómodos y discusiones acaloradas sobre política por parte de los ruidosos hombres de la casa; críticas secretas hacia la vagancia de mis tíos, incómodos manguerazos en la terraza al volver de la playa (los baños siempre estaban ocupados o la caldera averiada), ¡con agua congelada!; mi abuelita mirando la tele con su nieto discutiendo partidos de fútbol que, por su ceguera, no podía ver... Los insectos, las cucarachas de la casa de mi abuela, entrañable casa viejecita... y el atronador reloj de péndulo a altas horas de la madrugada. Las visitas a casa de la "criticona" abuela Lola, mi abuelo que siempre nos llamaba Blancanieves y hacía las mismas bromas "tontas", ¡las pesadas visitas a la casa de los tíos y los primos-desconocidos-rivales!, que crecían tan rápido como nosotros. La chatarra del coche de mi abuelo, ¡siempre ofreciéndonos nuevas aventuras...! (una vez nos tiró por una cuestas sin frenos); las fiestas de pueblo y mi primera borrachera, mi época de "miss Menorca", el sucio y ruinoso taller de mi abuelo Santiago; tan idóneo para jugar al escondite... La rica sangría de mi padre, los "soporíferos" atardeceres de lectura/escritura y "Fine Young Cannibals", el sol abrasador de la playa, (que más de una vez nos quemaba la piel), y la molesta arena que entraba a raudales en las incómodas, (¡pero patrióticas!), abarcas.

Y es curioso cómo los detalles más corrientes, (y algunos hasta molestos); son los que más nos conmueven...

Menorca, isla de mar y piedras megalíticas: siempre tú...