LOS FANG: TRIBU CANIBAL




Antropología

Voy a decir algo bueno sobre el canibalismo, de la religión y cultura de esta tribu pero antes la fuente ¡y menuda fuente! de primera mano, este texto lo extraje del libro "Viajes por el África Occidental" de la exploradora Mary Henrietta Kingley, una mujer ¡INCREÍBLE! victoriana del siglo XIX que se embarcó "sola" por los terrenos más recónditos y peligrosos de África para convivir entre tribus "salvajes" y temerarias, descubre parte de la África inexplorada hasta el momento y cultiva numerosas especies de peces y insectos desconocidos. Aquí su biografía y un pequeño fragmento del libro sobre los fang (a los que consideraba ¡sus favoritos!, y tenía verdaderos amigos entre ellos) y otras de las muchísimas tribus con las que habló y convivió.

Biografía:

Mary Henrietta Kingsley (13 de octubre de 18623 de junio de 1900) fue una escritora y exploradora inglesa que tuvo una gran influencia en las ideas europeas sobre África y sus gentes.
Kingsley nació en Islington. Era hija de George Kingsley (también escritor de viajes) y Mary Bailey, y sobrina de Charles Kingsley. Su padre era médico y trabajó para George Herbert, 13r Conde de Pembroke. Su madre era inválida y se esperaba de Mary que permaneciera en el hogar familiar cuidando de ella. Mary recibió poca formación escolar pero tenía acceso a la bien provista biblioteca paterna, y le encantaba oír de su padre historias de países lejanos.
Su padre murió en febrero de
1892. Su madre murió también cinco semanas más tarde.
Liberada de las responsabilidades familiares, y con una renta de 500£ anuales, Mary pudo finalmente viajar. Decidió descubrir África y recopilar el material necesario para finalizar un libro que su padre había empezado acerca de la cultura de las poblaciones africanas.
Mary llegó a
Luanda (Angola) en agosto de 1893. Vivió con las gentes del lugar, quienes le enseñaron las habilidades necesarias para sobrevivir en la jungla africana, y a menudo se adentraba sola en zonas peligrosas.
En 1895 volvió a África para estudiar tribus caníbales. Se desplazó en canoa por el río Ogooué, donde descubriría especies de peces desconocidas hasta entonces. Después de su encuentro con la tribu de los Fang escaló el Monte Camerún (4100 m.) por una ruta nunca hollada anteriormente por ningún europeo.
A Inglaterra llegaron noticias de sus aventuras, y cuando volvió a casa en octubre de 1895, fue recibida por una multitud de periodistas ansiosos de entrevistarla. Era ya famosa, y durante los tres años siguientes dictó conferencias por todo el país sobre la vida en África.
Mary Kingsley disgustó a la
Iglesia de Inglaterra cuando criticó a los misioneros por su empeño en cambiar a los africanos. Habló acerca de, y de hecho defendió, varios aspectos de la vida africana que conmocionaron a muchos ingleses, como la poligamia. Por ejemplo, explicó que "furiosas masas de infamia, degradación y destrucción se expanden por toda la costa nativa... [como] la consecuencia natural del abandono de una poligamia ordenada por una monogamia desordenada". Argumentaba que un "hombre negro no es menos desarrollado que un blanco como un conejo es una liebre subdesarrollada", además de afirmar que ella no consideraba a "los nativos como 'inferiores'... sino con un tipo de mentalidad diferente de la del hombre blanco - un tipo de mentalidad muy aceptable, a su manera". Sin embargo, era bastante conservadora en otros temas y no apoyaba el movimiento del sufragio femenino.
Kingsley escribió dos libros sobre sus experiencias: Travels in West Africa (Viajes en África Occidental,
1897), que inmediatamente se convirtió en un best-seller, y West African Studies (Estudios de África Occidental, 1899).
Durante la Segunda Guerra de los bóer, Kingsley se alistó voluntaria como enfermera. Murió de fiebre tifoidea en Simon's Town, donde curaba a prisioneros Boer. Según sus deseos, fue sepultada en el mar.

Fragmento del libro:

La vida en África, sí, es vida en función de los espíritus. La sangre liberada es un espíritu en sí, generalmente maligno. Y los nativos no gustan de que los espíritus que libera la sangre de uno de la tribu habite entre ellos... El fang que me refirió la historia de la mujer aplastada por un árbol creía que el espíritu de la infeliz se había encarnado en él mismo. Estaba horrorizado, como diríamos en Inglaterra. Bien, pues en África, estar horrorizado supone estar poseído por un espíritu. Y así como decimos que a alguien se le refleja el horror en los ojos, ellos creen que a quienes son poseídos por un espíritu éste se les refleja, por lo general en su maldad, también en la mirada. Por eso hay que saber mirar, ante todo, a un africano. Es lo primero que debes aprender cuando transitas por esta parte del mundo, y es difícil; tampoco se trata de sonreír de continuo como un idiota... Ahí es donde entran en juego tus intuiciones... Los encantamientos, por otra parte, que son una forma de atraer a los espíritus benignos, se llevan a cabo para cualesquiera tareas: para pescar, cultivar la tierra, cazar, guerrear contra las tribus enemigas, comprar, vender, intercambiar viajar, etcétera... Por ejemplo, y si de filtros de amor hablamos, el enamorado ha de prepararlos con el agua en donde se bañó la enamorada, y a la inversa; siempre tiene que haber algún elemento propio de la persona a la que se desea. Es algo que se da, fundamentalmente, aunque no en exclusiva, en la Costa de Marfil, y más que en ninguna otra tribu, entre la de los batanga. En esta tribu, algo que nos puede parecer realmente salvaje supone, sin embargo, un rito de encantamiento. Cuando muere una persona que ha velado por un miembro de la tribu especialmente, por ejemplo su padre, o su madre, o su hermano mayor, le cortan la cabeza y durante un tiempo la exhiben, en una pica, en el lugar donde muriera: lo hacen mientras creen que dura la transmigración de su alma hasta la región donde moran los espíritus protectores, para que siga cuidando del deudo... Y se señala después el lugar con una mezcla hecha a base de sangre que mane de la cabeza seccionada del cuerpo y algo muy parecido a la tiza que extraen de una planta. Esas señales quedarán como puntos de referencia espiritual benéfica, no sólo para la familia del muerto sino para todos los habitantes del poblado.
La sangre, entre otras tribus de la Costa de Marfil, posee más aplicaciones benéficas. Un bassa me contó que suelen regar con la sangre de sus muertos más queridos, nada más producirse el fallecimiento, las tierras en las que cultivan, porque así obtienen mejores cosechas, y en consecuencia, más cosas que cambiar luego a los mercaderes blancos por objetos que les resultan atractivos o por cosas que les son necesarias. Ahí los muertos pasan a ser espíritus benignos, y otro nativo me decía que gracias a la sangre de varios familiares difuntos había prosperado hasta ser un hombre de confianza en Accra para varios agentes de las compañías europeas, no le faltaba de nada.
(Salto un párrafo)
No debe extrañarnos, sin embargo, que sean tantas las tribus del África occidental que sienten auténtica fascinación por las armas de fuego, pues consideran que la bala, en tanto les ayuda a cazar, simplificando su tarea, o a quitarse de encima a un enemigo, es un auténtico espíritu benéfico, un espíritu del fuego. La bala es el espíritu que habita en los ojos de los hombres, dicen. Y como las balas y los rifles les llegaron de las manos de los blancos, en nada debe sorpender que rindan curiosos, aunque sangrientos, homenajes a éstos. Creen los negros comunes de Clabar, por ejemplo, que se debe enterrar la cabeza de un hombre valioso lejos de su cuerpo. pues la cabeza es privilegiada, ahí habitan los ojos del hombre. Antes, sin embargo, también ellos la exhiben. Incluso la cabeza de un enemigo de cuya muerte estén especialmente orgullosos por lo mucho que lo temían y admiraban a un tiempo. Es la razón por la que los ashanti se mostraron tan felices cuando pudieron hacerse con la cabeza del bravo general MacCarthy, que para ellos constituyó todo un tesoro.
Así es que, amuletos, fetiches, encantamientos, vienen a ser, en no pocos poblados, en tantas sendas de la selva en donde uno se los encuentra, algo así como el perro guardián de los africanos. De hecho, tiene a los perros de los europeos por espíritus que les guardan las casas y las haciendas.

Pues bien:

Una de las tradiciones funerarias de los fang es que al morir un ser querido se considera ¡de muy mala educación! no comerse un cachito del muerto. A ver... no es que me esté planteando ser caníbal ¡qué asco (hay que ser respetuoso con los gustos de los demás)! aunque cuando veo a mi sobrina de un añitooo me entran ganas de planteármelo... Pero si nos despojamos por un momento de nuestros escrúpulos y tabús: ¿no os parece realmente poético y cargado de sentido...? ¡Se comen su cuerpo para que una parte de su pariente siga viviendo en ellos! Claro que también podría ser una ocasión perfecta para no salir de caza... Pero por mucho que les guste la carne humana ¡joder que es el abuelo! ¡Qué va...! lo hacen para revivirle está clarísimo...

Pues me parece muchísimo más respetuoso que meterlos bajo tierra para que no huelan, (¡y para más coña las flores!), o incinerarlos porque en los cementerios cada vez hay menos espacio; que muy ¡libre! y bonito eso de esparcir las cenizas por doquier pero cuando más se ha puesto de "moda" ¡es cuando la Almudena está a tope! Es una solución la suya mucho más hermosa y eficaz que entregárselos a los gusanos esos seres molestos que no podemos ver ni en pintura. Supongo que la nuestra también tendrá su tradición y sentido fuera del pragmatismo que, por qué no decirlo, también ellos consideran...

Pero me sigue pareciendo mucho mejor lo suyo ¡como ideal claro! ¡Tiene que ver con su idea de reencarnación seguro!, aunque esto es sólo cosa mía porque en el libro no se menciona nada, pero como creen en ella sería lógico ¿no? ¿Vosotros creéis que de comeros a vuestros seres queridos parte de su alma se quedaría contenta en vuestro cuerpo (¡jajaja!)? da cague ¿eh?, a pesar de nuestra repugnancia ¿creéis que la idea carece completamente de sentido? (¡me recuerda lo de la hostia es el cuerpo de Cristo!).

Claro que el alma vuela y sólo sería el cuerpo ¿pero realmente puede subsistir el alma sin el cuerpo? Ya hablé de eso en otro correo pero a mí me parece más absurdo todavía el alma independiente. ¡Puestos a echarle imaginación...! ¿os podéis imaginar a lo que hace que viváis sin oír, ni sentir, ni ver, ni tocar...? ¡¿entonces cómo vamos a ser nosotros?! Es decir, sin sentir con nuestra piel ¡o sentimiento!, ni ver con nuestros ojos, ni oír con nuestros oídos ¡¿cómo narices sabemos que somos nosotros?!, que somos una unidad, una cosa que ha sido reconocible por los sentidos con los que imaginamos o creemos. Visto así una de dos: o lo del alma es un camelo o su pudre con nuestro cuerpo; si lo vemos bajo la tutoría de Platón (es decir si consideramos que el alma inmortal y el cuerpo mortal, atendiendo a lo que he dicho, no tiene mucho sentido)...

Yo desde hace poco tengo una teoría sobre el alma universal que es la vida, que por cierto no es mía sino adaptada a otra que oí por alguna parte, pero eso en "teoría religiosa". Así que según mi idea estaría más de acuerdo, se podría decir, con la unión física y espiritual ¡inseparable! que con que cada una se vaya a su bola y por lo tanto ¡Siií, con los "salvajes" esos!

El resto de las cosas del canibalismo fuera del ámbito filosófico-religioso me repugna más no poder... Y si matan hombres para comer ¡eso ya es pasarse! ¡qué putos criminales! ¡qué mala gente! Aunque si sólo aprovechan la carroña ¡pues mira se evitan cavar el hoyo! Y si somos más sabrosos que los cerdos también vaya desprecio... ¡Desde luego qué razón tiene Kingsley cuando habla del pragmatismo de los africanos!

¡Bye bye! ;- ) ¿qué tenéis para comer?