"PASEANDO POR EL RÍO ERESMA"




  Una hoja me cae sobre la cara, me incorporo sobresaltada. Por un momento en la alucinación de mi pesadilla veo las fauces del cocodrilo tan cerca ¡que hasta huelo su aliento! A medida que me voy despertando, reconozco los contornos del parque de la Fuencisla de Segovia y el putrefacto aliento se convierte en aroma de tejo y hierba fresca. Son ya las siete y cuarto. Tengo que darme prisa si quiero recorrerme el parque antes de oscurecer.
Me pongo en camino. El cocodrilo se viene a mi memoria, sin saber porqué. "Estás definitivamente curada" han sido las palabras del médico. ¡Curadaaa! ¡Definitivamente tras año y medio de incógnita post operatoria! ¡Estoy curada! y contenta más no puedo evitar recordar: la cara pintarrajeada de aquella enfermera y su mirada de la burla ¡a la lástima!, a Camila, el único médico que me habló con propiedad. Joaquín. La noche en urgencias con Sandro. Y esa noche, sola en casa... La operación, más lenta, más impredecible de lo esperado: las placas, la anestesia no local, la advertencia del médico de más difícil de lo esperado aún estando anestesiada. ¡Sí se ha esfumado yaaaa!, como un sueño entre brumas, perezoso por despertar...
¡De repente!, advierto una presencia pisando sigilosamente la hojarasca... Está llegando el otoño pronto el bosque adquirirá ese aspecto algo tenebroso.
Tengo que darme prisa o me pillará la noche y el camino no es corto. Paso por el puente romano que cruza el río Eresma adentrándome en la otra parte del parque natural. La que más me gusta: ¡el foso! Nombre que le doy por rodear la ciudad de Segovia a unos 30 metros de profundidad. ¡Debió ser difícil para los árabes adentrarse en Segovia!; encaramada a esa fortaleza natural (dejando aparte su muralla de la que queda tan poco).
Las pisadas ahora son menos titubeantes, más sonoras ¡parece haber engordado cien kilos el coco, jeje! Apresuro más el paso porque no me hace gracia ese animal y estoy llegando al tramo más recóndito y bello. Aquel de camino más serpentino y angosto; de vegetación abundante... No entiendo porque no podía dejar de pensar en el cocodrilo. Los pasos parecen acercarse más. Ahora, apresurados.


Una rama que parece ser balanceada por el viento; pasa por mi lado rozándome los dedos... ¡Esto ya no tiene pero ninguna gracia! Sin pensarlo dos veces ¡me vuelvo!; pero el tipo o tipa se ha escondido tras una curva del camino alcanzando verle solamente un pié, embutido en unas deportivas blancas verdes y azules. Calculo un número enorme. Ya voy haciendo "footing".
Empieza a chispear como siempre. La lluvia en Segovia suele esparcirse así, poco a poco, ininterrumpidamente... Me recuerda a lo que se cuenta del Reino Unido; viaje que espero poder hacer algún día... Para entretenerme, alzo la mirada al Alcázar: ¡qué bonito es! Tan sencillo, con sus grabados mozárabes y su techo de pizarra, ¡parece de juguete! Las pisadas me van comiendo terreno, lentamente...
Una brisa enfría el parque. Las ramas acunan las hojas que chocan unas contra otras, violentamente. ¡Muchas! se precipitan a la tierra del sendero, bajo mi falda. Una rama, precozmente derribada, ¡me azota una pierna! El gris cenit se torna más intenso.
Son ya las ocho menos veinte de la tarde. El gorjeo de los gorriones me hace compañía. Una posible ardilla entre los arbustos también. Miro de reojo en mi desesperación por creer en fantasmas. ¡Los arbustos siguen en movimiento! A mi lateral, ¡como mi sombra!, se mueven, como siguiéndome; como azotados por un huracán. ¡Corro!
La ardilla: sigue mi ritmo. Aterrada, miro el tronco de los arbolitos, ¡las deportivas..,!, corro más y más. ¡Siento mi corazón a 200 por hora...! Y los arbustos siguen vivos mis pasos: ¡Jadeantes...!
Queda nada para la empinada escalinata. Algo parece salir del follaje: ¡un brazo! Las irregulares y sombrías escaleras de piedra... giro a mi derecha, ¡tropiezo con su pié!
Subo los peldaños con todas las fuerzas que soy capaz, me agarra una pierna ¡me hace bajar tres escalones de golpe...!
¡Gritaaa, me atrapa la otra pierna...!
¡Consigo soltarme y llegar a la cima!
Empapada en sudoroso miedo, llego a la ciudad y busco refugio en los segovianos. Pasando, a trompicones, uno de los barrios más destacables de Segovia. Sus calles de piedra, mudas, me someten a mis perversos pensamientos. Me ha perdido la pista.

La plaza mayor: ¡gente! Respiro con alivio y una sonrisa infantil viene a mí. Unos niños corretean con sus madres vigilantes al otro lado. ¡La increíble plaza Mayor con su iluminación azulada y sus majestuosas fachadas coloridas! , ¡es un escenario digno de fotografiar! No es la plaza Mayor de Segovia de las más adoradas de España; pero para mí tiene una belleza sencilla, espiritual ¡y única! Como la ciudad que la alberga: especial. La luna ya se asoma y el aire pintoresco deja traducir ese nosequé de misterioso y legendario de las hermosas ciudades medievalescas.
Me alegra volverla a ver. ¡La atravieso con gusto! Fijándome en cada uno de sus vericuetos. Bajo por la calle de Cervantes no pensando (procurándolo), en el desconocido de las Nike tricolores.
Miedosa por las luces y sombras de las callejuelas que asoman. ¡Tan oscuras y calladas como las del Albaizín!, ¡cojo la bajada con gusto!
Ya llego al Azoguejo, tengo el acueducto romano enfrente; ¡un golpe seco!, como dado por una porra: ¡Me arroja al suelo! Pierdo la noción del tiempo... ¡la conciencia! Y el cocodrilo regresa... Me tiene ahí. Inmóvil, definitivamente. ¡Ya es mi dueño...!
¡Alguien...! Una fuerza me ayuda a incorporarme. Aún tengo la espalda dolorida. Por inercia más bien, me giro, y veo su espalda ¡no más!: un jersey rojo roído pantalón blanco figura delgada y morena... "Señorita, ¿esto es suyo?"; ¡dejó una carta!
Le doy las gracias al señor que me ayudó a incorporarme y me voy a casa.
Una vez en la pensión leo, con letras irregulares y faltas ortográficas dice: "Soy tu sombra y estoy donde tu estás jo te amo pero tu a mí no ¡lo pagaras!" El tono debe ser amenazante ¡pero me hace gracia!: me ha golpeado porque cree odiarme o quererme, ¡qué romántico jeje! Sin duda se trata de un loco de alguien en quien tengo que poner remedio pero estoy demasiado cansada, ¡sólo quiero entender por qué se esfumó el cocodrilo sin comerme ni tansolo el dedo meñique!
Unos granos ¡como de arroz! chocan contra los cristales de mi ventana. ¿Sabrá dónde vivo…? Al asilo de mi acogedora casita me asomo a la ventana. Ahí está. Moreno, muy delgado pero fibroso, con su ropa vieja y sus Nike tricolor; no tendrá más de veinte. Su pelo es negro azabache, parece gitano, cara enjuta y angulosa, nariz aguileña más bien grande, boca gruesa de contorno masculino. Pero lo que más destaca en su rostro son sus enormes y bellos ojos negros, ¡como nunca vistos! Una cara que sería muy atractiva de no ser por esa mirada perturbada y fija en mí. ¡En esa mirada se encuentra el abismo, la desesperación!; pero también cierta dulzura, sueños, inocencia, interés... ¡No puedo dejar de mirarlos! Parecen suplicar a través de ellos...
Se me viene a la mente, como un fantasma, recuerdos de sensaciones ya perdidas... Aquella Andrea de diecinueve años que defendía con pasión: "¡la juventud está en el espíritu!" "¡la verdad nos hará libres!" "el amor da la felicidad" o "el trabajo sólo es una herramienta"... Aquella niña hippie viene a mí más penetrante, ¡más impertinente!, que ese pobre diablo. ¡Ese brillo ingenuo y esperanzador era el mismo que el mío antes de mi primera visita al cardiólogo! Renazco todas mis "verdades absolutas", tristemente. ¡Y por fin entiendo...!: el afán infantil por rayarme por vanidades "adolescentes", mi timidez absoluta en situaciones ya superadas, mis deseos infantiles de independizarme y mi obsesión por la "¡Felicidad!". El porqué todas estas ideas están teñidas por la amargura ¡es porque están tan muertas y enterradas que ni me he dado (ni querido dar) cuenta...! La verdad, jeje, siempre tan feliz... me había enseñado, demasiado temprano, que nada es para siempre aquel mes de septiembre del 2002 , a mis veintiún años. Había habido un antes y un después; en el que se me robó la parte más hermosa de la juventud. Aquella que hace que los universitarios debatan con pasión en las aulas aún a sabiendas de la relatividad de sus ideas. Ese sentir eterno que siempre ¡siempre! acompaña a quienes huelen la muerte lejana... ¡Imposible! He deformado mis ideales más infantiles con la esperanza de alcanzar nuevamente ese sentimiento de eternidad, ¡de juventud!; y tan solo he sido capaz de rasgar su recuerdo... Porque no, esa etapa en la que los ideales son más que entretenidos pasatiempos se ha alejado ya demasiado... Y el brillo ingenuo que veo en los ojos del muchacho era el mío: soy yo hace siete años.
No pude evitarlo... Lloro tanto que se resiente todo mi cuerpo. ¡Lo necesito...!
Cuando me incorporo, vuelvo a la ventana. Las chispas se han convertido en granizo. Pero él permanece ahí: ¡inmóvil!, como una estatua, mirando mi ventana con esa mezcla de odio y desesperación en la mirada... Lo miro a los ojos, ¡sin ningún miedo ya!; sin decir nada y sin tratar de reflejar nada. El verá su propio "cuento" y sea el que sea, yo sólo quiero que siga persistiendo, por muchos años más que los míos...
¡De golpe!, ¡parece despertar! Con asombro mira al cielo, ¡como por primera vez!; siente las gotas heladas sobre su pelo su piel... ¡Se va!, cuesta arriba... ¡Siempre arriba!

Al volver a mi cuarto, me miro al espejo: ¡sigo ahí! ¡Pero mi rostro ya no es el mismo! Hay algo nuevo pero viejo en él: ¡la renovación de otra nueva etapa!, ¡más alegre!
Tengo en la cara un brillo especial... ¡Mis ojos vuelven a mostrar alegría!; ¡una de más sabia!, aunque siempre dolorosa por aquella extirpación precoz. Pero más vibrante y brillante si cabe: ¡Es mi "juventud" (jeje)! , ¡que regresaba para quedarse "para siempre" (aquella llamada de espíritu que nada tiene que ver con la vejez ni la juventud)! Una "juventud" que al fin ha conseguido cubrir una de sus bajas: Los Absolutismos.
Además... ¡tan solo tengo 28 años!, ¡¡en realidad joven!! Y con un "pequeño" adelanto en la seriedad de la vida...
¡¡Más beneficioso que inútil!!
¡¡Sííííííííí...!!
Por el que sí que no podré hacer nada es por el pobre cocodrilo, que por la pantalla de mi imaginación lo veo deprimido y cabizbajo rozando el cañaveral. Buscando entre carroña su sustento...